“ Investigadores de la Universidad de Murcia (UM) abordan la cuestión de la cooperación entre familia y escuela proponiendo un cambio en la estructura organizativa de la escuela que permita a la familia participar activamente en la gestión de la escuela y hacerse co-responsable del proyecto educativo del centro”.
Soy representante de madres y padres de alumnos en el consejo escolar de un centro público. Salvo si la Administración modifica las normativas e introduce mecanismos de control eficaces que garanticen la democracia de esta gestión, creo que esta propuesta no será efectiva y al contrario, podría perjudicar aún más a las ya dañadas relaciones familia-escuela.
Actualmente existen los consejos escolares donde participan representantes de las familias. Teóricamente el consejo escolar es el órgano de máxima decisión del centro, pero en la práctica, en muchos de ellos su actuación se limita a aprobar el proyecto de presupuesto, alguna mejora en las instalaciones del centro… En nuestro colegio, nunca se analiza ni valora el funcionamiento general del centro, ni la evolución del rendimiento escolar, ni los resultados de las evaluaciones del centro realizadas por la administración educativa. Cualquier solicitud de información adicional se encuentra con la desaprobación y una discusión improductiva con la dirección del centro, que ni siquiera acepta facilitar a los representantes de madres y padres una copia de las actas del consejo escolar. Coincido totalmente con los autores del estudio cuando hablan de "la escasa voluntad del profesorado para implementar mecanismos que hagan posible la participación efectiva de las familias en la gestión de los centros de enseñanza".
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Otro ejemplo es el proceso de modificación de la jornada escolar que según las normativas debe ser democrático y una decisión consensuada de toda la comunidad educativa. Pero, ¿qué ocurre realmente en muchos centros? Es conocido que la jornada continua es una reivindicación laboral de los docentes y es totalmente legítima. No obstante, los docentes controlan todo el proceso de modificación de la jornada escolar, desde la información que se facilita a las familias hasta el escrutinio de las votaciones. Cada año, muchas familias se quejan de que en algunos centros los únicos que pudieron exponer su punto de vista fueron los docentes, que no existía o que se les negó el debate, que el voto no fue secreto o que los padres tuvieron que indicar el nombre de sus hijos en la papeleta. Y a pesar de todas estas anomalías, esto centros consiguieron implantar la jornada continua.
Si no existen mecanismos que aseguren que las decisiones se tomarán ante todo en el interés de los alumnos, la autonomía y la autogestión de los centros podrían perjudicar todavía más a nuestra educación.
En lo que se refiere a la participación de las familias en esta gestión se plantearía el mismo problema que con los representantes de padres:
- familias dispuestas a colaborar pero que tienen un horario laboral incompatible con los horarios de las reuniones del centro (los comercios en nuestro país suelen cerrar a las 20h30),
- madres y padres que trabajan, y que después de su jornada laboral prefieren dedicar su escaso tiempo libre a su familia,
- familias que no tienen formación académica alguna y no quieren participar porque no se sienten capacitadas para ello.
En las reuniones de nuestro centro habitualmente están presentes todos los docentes y siempre faltan algunos representantes de padres por motivos laborales o personales.
Finalmente, me gustaría añadir un comentario en relación con estas frases del artículo:
“... Los pedagogos alertan del hecho de que las familias "empiezan a considerarse clientes, consumidores de los servicios educativos, a los que demandan mayor calidad en los productos. Se limitan a exigir servicios y a elegir los centros que mejor satisfacen sus preferencias”...
"... El problema, desde el punto de vista pedagógico, tiene dos caras: en primer lugar, la desconfianza de los progenitores con respecto al trabajo profesional de quien ejerce la docencia y, como apunta Ortega, “la resistencia a colaborar en una labor de la que no se sienten co-responsables”...
Los centros educativos se niegan siempre a que se les compare a una empresa. Tienen razón, no son empresas, pero quizás deberían comenzar a plantearse trabajar como ellas porque el sistema actual esta demostrando que no funciona.
Muchas familias conocen perfectamente la realidad laboral en las empresas: saben que tienen que conseguir resultados, esforzarse día a día, realizar un trabajo eficiente, alcanzar unos objetivos de calidad y satisfacer las necesidades de sus clientes. De lo contrario, la empresa no sobreviviría y ellos perderían su puesto de trabajo. Los centros educativos no necesitan conseguir buenos resultados para sobrevivir, y los docentes no tienen que demostrar que son buenos profesionales aunque sus alumnos no consigan buenos resultados académicos y abandonen los estudios prematuramente. Tengo la impresión que muchas familias consideran que nuestro sistema educativo no es suficientemente exigente con el trabajo de los docentes y que quizás éste sea una de las razones de los malos resultados de nuestra educación.
Un cordial saludo.
Mail enviado por Martina (Madrid)